jueves, diciembre 13, 2007

Seguimiento de Cristo
en San Juan de la Cruz

Fr. Juan Arias Luna, ocd

1.- Origen y raíz

Brota del amor o enamoramiento de Jesucristo. En 1S(*), considerado como uno de los más exigentes, se enseña que la pretensión de imitar a Cristo es efecto del amor (1S 14,2). El amor es capaz en nuestro caso de hacer suaves los sufrimientos, el místico tiene experiencia de ello (1S 14,3). Cuando se acusa al Santo de ser demasiado exigente con la naturaleza, habría que tenerse en cuenta que no se cansa de repetir al principio del camino que si el hombre se decide de verdad a emprenderlo, encontrará en él grandes consolaciones: "Muy en breve vendrá a hallar...gran deleite y consuelo" (1S 13,7). Siempre que habla de los comienzos, jamás omite la alusión al enamoramiento, como origen del seguimiento de Jesucristo. En el mismo arranque de Cántico predominan esos sentimientos. Los vocablos "Amado", "gemido", "herido" y "salir" sitúan el libro en un contexto de amores, al mismo tiempo que dan razón del abandono de las cosas (Cf. C 1,16). Pero el gemido de la novia no cae en el vacío, hace a su vez gemir al esposo (C 13,9).

2.- Disposiciones fundamentales

El Santo está convencido de que muchos cristianos ignoran las exigencias radicales que implica el seguimiento. Uno de los objetivos de sus libros es precisamente clarificar un tema de tanta importancia: quitar "ofendículos y tropiezos a muchas almas que tropiezan no sabiendo, y no sabiendo van errando, pensando que aciertan en lo que es seguir a tu dulcísimo Hijo"(Dichos prólogo). Y explica enseguida su naturaleza, que consiste en "hacerse semejante a Cristo en vida, condiciones y virtudes y en la forma de desnudez y pureza de espíritu"(ibid.). Hacerse semejante a Cristo implica decidirse a llevar su cruz. El Santo resalta este punto con tal dureza que no deja de chocar con nuestra sensibilidad. Así aconsejará en cierta ocasión a una religiosa: "Crucificada interior y exteriormente con Cristo vivirá en esta vida con hartura y satisfacción de su alma" (Dichos 86).

Ha de quedar solitario en el corazón el deseo de Cristo: "Bástele Cristo crucificado, y con él pene y descanse"(Dichos 91);" ame mucho los trabajos y téngalos en poco por caer en gracia al Esposo, que por ella no dudó morir"(Dichos 93). La esposa quiere responder al amor del Señor, aceptando aquella cruz en la que él le demostró cuánto le quería.

¿Pero cómo llegar a tener estos sentimientos? Es el mismo Cristo quien nos los ha de infundir: "Si tú en tu amor, ¡oh buen Jesús!, no suavizas el alma, siempre perseverará en su natural dureza" (Dichos 30). El camino de la santidad es el camino del seguimiento y en él el único modelo es Jesús: "Nunca tomes por ejemplo al hombre...porque te pondrá el demonio delante sus imperfecciones, sino imita a Cristo, que es sumamente perfecto y sumamente santo, y nunca errarás "(Dichos 156).

Ni un mínimo afecto ajeno al Señor puede vivir en el alma:" Renúncielo y quédese vacío por él por amor de Jesucristo"(1S 13,4). Subida del Monte Carmelo es ascenso a Cristo, así como Noche es su luz deslumbrante, que ciega, hasta que la gracia consiga hacer de nosotros una naturaleza "simílima" a la suya. Cántico presenta la salida en pos de Jesús como un camino de amor: "Buscando mis amores" (C 3,1); y también describe las vicisitudes por las que atraviesa el amor hasta conseguir su madurez.

3.- Conceptos fundamentales sobre el seguimiento

Se inicia con un impulso de la gracia. Subida y Cántico lo entienden como una llamada de Cristo que conmueve lo más íntimo de la persona. Significa salida de las cosas. Pero el seguimiento no se constituye principalmente por la negación o huida del mundo, sino que más bien es preferencia por el Señor. El acento se pone en Jesús, el cual exige que todo el caudal del hombre se ordene a él.

La renuncia, sin embargo, se da, y supone un gran esfuerzo (1S 6-12). Es cierto que el enamoramiento de Cristo impulsa a ese vaciamiento, pero no por ello dejan de conmoverse las mismas estructuras de la persona. Se trata de una verdadera recreación. El seguimiento no es auténtico mientras la renuncia no alcance los centros neurálgicos del ser (1S 8,4). Supone, efectivamente, una lucha denodada contra los propios defectos (C 3,2). Exige también al discípulo el conocimiento de la vida de Cristo, que "debe considerar para saberla imitar" (1S 13,3).

Considerar en este caso equivale a contemplar, reflexionar, a compenetrarse con la existencia de Jesús. No es suficiente que la persona se deje fascinar por el bello programa de Jesucristo, es necesario sentirse herido por su persona. A esto se refiere el Santo cuando habla de la "inflamación de la voluntad": "con ansias en amores inflamada" (1N 11,1). La inflamación combustiona los apetitos, porque surge del amor infuso que Dios mismo derrama en el hombre (C 1,17). Después se da a conocer el origen de esta inflamación, que no es otro que el Espíritu Santo, a quien incumbe ahuyentar la sequedad del alma (C 17,2). El suscita los amores de la amada: "La inflama toda, y la regala y aviva y recuerda la voluntad, y levanta los apetitos, que antes estaban caídos y dormidos al amor de Dios" (C 17,4).

También el Espíritu con su dulce aura refresca las flores del jardín del alma. La inflamación del corazón crece. Primero es un deseo ardiente de amor, después es brisa suave que resucita y pone en movimiento, casi imperceptible, pero muy vivamente, las capacidades del hombre; otras, se siente como vino que enardece y deja sin reposo el corazón de la esposa hasta el encuentro definitivo: " A zaga de tu huella / las jóvenes discurren al camino / al toque de centella / al adobado vino / emisiones de bálsamo divino" (C 25). Bajo la imagen del vino inebriante se esconde el Espíritu, que el Padre envía al corazón de la novia para que anhele a Cristo (C 25,8).

Pero no hemos llegado al final, estamos todavía en la primera llamada de Jesús. Por ahora es suficiente que el discípulo tenga grabada en su mente su única pretensión, que el Santo resume en el siguiente lema: " Guardar la ley de Dios perfectamente y llevar la cruz de Cristo " ( 1S 5,8). El deseo de identificarse con el Señor presupone el conocimiento de su persona y de su vida. De este modo, el Santo pone implícitamente como base de su proyecto el Nuevo Testamento.

4.- Seguir a Jesús por el camino de la cruz

Poner los ojos en Jesús, seguir su camino, es un don de Dios. El seguimiento de Jesús tiene como punto de partida la invitación que El hace al creyente para que recorra su camino, “haciéndose semejante a El en vida, condiciones y virtudes y en la forma de desnudez y pureza de su espíritu “(Dichos prol.). Esto no se realiza sino a través de la cruz, que purifica e identifica con Cristo. Definido, en su existencia concreta, histórica, Dios-con-nosotros, el Crucificado, el hombre que no se pertenece, aparece como “camino de hominización” para el creyente. El, que “es harto viva imagen de Dios” (3S 36,3), y "conocedor de su condición" (3S 44,4), deviene, en cuanto imagen nuestra, camino de plenitud.

Esta centralidad de Cristo y de su seguimiento lleva al Santo a insistir continuamente en sus escritos en la necesidad de seguirlo "hasta el calvario y sepulcro"(Dichos 176), y hacerse semejante a él en todo. El seguimiento de Jesús no se realiza a través de un moralismo sofocante y engañador.

El Santo critica este moralismo por insuficiente y superficial; porque olvida la purificación profunda (1S 8,4; 2S 7,5). Frente a esto, o mejor, como raíz que sustenta y da valor a todos esos "ejercicios", propone su comprensión del "camino de la cruz del esposo" que es la desnudez espiritual (C 3,5), "el saberse negar de veras...dándose al padecer por Cristo y aniquilarse en todo "(2S 7,8).

Es la noche pascual que no se da al margen de la vida y de la historia; que se vive en el empeño por llevar a la práctica lo que el Padre nos ha revelado en su Hijo asumiendo la cruz de la abnegación evangélica. En el padecer que trae consigo la fidelidad a Dios y a la propia misión es donde el ser humano se va haciendo semejante a Jesús, "Dios nuestro, humillado y crucificado"(Carta 23).

Por ello "todo espíritu que quiere ir por dulzuras y facilidad y huye de imitar a Cristo, no le tendría por bueno" (2S 7,8). A la luz de la doctrina de nuestro Santo contemplemos a Jesús, fiel al proyecto del Padre y al anuncio del Reino. El nos orienta para poderlo seguir en el hoy y en el aquí de nuestra historia de creyentes comprometida en la nueva evangelización, ligada al sufrimiento y a la cruz como fuente de vida y de resurrección. La negación de nosotros mismos en la fidelidad a Jesús-camino, siguiendo su camino, nos exige determinarnos "de veras a querer hallar y llevar trabajos en todas las cosas por Dios" (2S 7,7).

(4-VII-2003)



(*) S = "Subida al Monte Carmelo", obra fundamental de San Juan de la Cruz, escrita aproximadamente desde 1578.

Guayaquil: Festival Navideño

“Celebremos con jubilo que Cristo ha nacido”

Organizan:

Pastoral Juvenil de la Zona Centro de la Arquidiócesis de Guayaquil.

Frase:

“Os anuncio una gran alegría, ha nacido el Salvador el Mesías” Lc. 2, 10

Lema:

El mismo Jesús que nació en Belén, quiere nacer hoy en tu corazón

Fecha:

Sábado 15 de diciembre, 2007

Lugar:

Patios de la Escuela “García Moreno”, contigua a la Iglesia “Nuestra Señora del Carmen”

Hora:

15:00

Objetivo general:

Celebrar la Navidad en la Pastoral Juvenil Zonal de la Vicaría del Centro de una forma renovada y auténticamente cristiana, a través de un Festival reflexivo, que invite a los presentes a una interiorizar el significado real del nacimiento de Cristo, para que sean portadores de este mensaje en sus hogares, lugares de trabajo y estudio, y en sus respectivos grupos, y así lograr transformar la versión comercial y pagana por una autentica celebración cristiana navideña.

Objetivos secundarios:

- Fomentar la unidad e integración de las comunidades juveniles de la Vicaria de la Zona Centro

- Favorecer en la práctica del trabajo en conjunto de los grupos de la Pastoral Juvenil de la Zona Centro

- Celebrar la navidad de una forma renovada dentro de los grupos juveniles en sus respectivas parroquias.

miércoles, diciembre 12, 2007

Las virtudes teologales
en San Juan de la Cruz

Fray Juan Arias Luna, ocd

I.- Dios se comunica en Fe (2S y 3S)[1]

San Juan de la Cruz está hablando directamente con Dios vivo y verdadero, cuando habla de la fe. En ella, Dios se comunica tal como es: cercano, infinito, deslumbrante. En ella, recibe el hombre una capacidad insólita e inmerecida para acoger el misterio revelado y vivir desde él la propia existencia y la historia.

Tiene el Santo palabras de verdad y de vida, cuando toca el abismo de la fe. Ha encontrado luces en la lectura bíblica, en la contemplación de los misterios, en experiencias gozosas o dolorosas, que sólo en parte conseguimos entrever. En el campo de la fe, sin pretenderlo, escribe autobiografía.

1.1. Dios en fe: Misterio

El interés y la riqueza de la fe arrancan de su identificación con el misterio de Dios vivo y personal, que se comunica en Cristo (Cf. C 1,10; 12,4; 2S 29,6;9,1). Afán primordial de Juan, en materia de fe, es afirmar que centro y origen de todo es Dios vivo y personal. El es quien libremente se manifiesta y comunica, buscando comunión con el hombre. Dios es sujeto personal activo de la revelación, antes y más que objeto de la mirada o de la búsqueda del hombre (Cf. C 12,5).

Dios se comunica como El es, y así se convierte en el encanto y el tormento de la fe. El encanto, por su infinitud, bondad, hermosura. A través de los hechos y palabras de la revelación, se manifiesta comunicativo y asequible. Atrae y colma la mente y el corazón. Pero revelación quiere decir presencia de amistad, no evidencia visual o intelectiva.

Dios se ha revelado, pero no se ha desvelado. Sigue envuelto en el misterio de su grandeza insondable. Las mismas palabras que utiliza para revelarse, hablarnos de su ser y de sus designios, son las mismas que usamos nosotros para designar cosas humanas que no guardan mucha semejanza con El. Por más que se explica, aún no hemos llegado a entenderle. Aunque se manifiesta, sigue siendo invisible. De ahí el tormento de la fe.

Ese modo de ser y de obrar de Dios al Santo le resulta desbordante, pero no incómodo. Siente la trascendencia de Dios como mayor plenitud divina de la comunicación del hombre. La oscuridad le resulta un efecto marginal y tolerable porque es la garantía de que el Dios vivo rebasa todo pensar e imaginar del hombre. Si alguien le prometiera claridades plenas sobre Dios, quedaría defraudado en su íntima comunión con él. No sería el Dios en quien cree. Un Dios reducido, abaratado, de proporciones humanas, no le dice nada al entendimiento ni al corazón. Prefiere el Dios vivo e inmenso, aunque tenga que sufrir el dolor, que para él es gozo, de la trascendencia (C 1,12).

Sin despreciar nada de lo que puede comprender con sus pobres luces, el creyente sabe que Dios es más, infinitamente más. Y en sus relaciones, cuenta con ese más, que es Dios es su íntima realidad.

1.2. Fe en Dios: Actitud

En perfecta correspondencia con el misterio que se revela, ha puesto Dios en el hombre una capacidad proporcional de acogida; es también la fe. En fe se comunica y en fe es recibido. Contemplamos ahora la misma realidad del misterio desde el lado nuestro. El santo acentúa con igual fuerza el contenido de misterio y la adhesión personal y existencial, es decir, el aspecto dogmático y el contemplativo.

“La fe, dicen los teólogos, que es un hábito del alma cierto y oscuro”(2S 3,1). Clásica definición escolástica que el Santo repite, aun cuando no la analiza en todos sus términos. Por exigencias del contexto purificativo, el autor ha desarrollado desmesuradamente el aspecto de OSCURIDAD. En este momento, pretende reeducar a los cristianos crédulos o pensadores, que identifican sus construcciones mentales con el mismo Dios (3 S 12,3). El error no está en tener ideas o imágenes sobre Dios, sino en “pensar” que esas ideas corresponden fielmente a la realidad de Dios. Entonces el hombre acaba creyendo y amando sus propias ideas.

Sus oscuridades se refieren al misterio, a la comunicación de vida, a comunicaciones de profunda verdad y belleza. Por eso habla del ABISMO de la fe, donde Dios vivo nos interpela íntimamente. La fe es oscura porque nos revela cosas interesantísimas y fundamentales de un mundo totalmente nuevo. No disponemos de base intelectual para la comprensión porque esas realidades no guardan semejanzas con nuestras percepciones sensibles, ni con las construcciones sucesivas de la imaginación o del entendimiento. Dios mismo se revela en la Biblia o lo hace en términos humanos, pasando por el tamiz de una sicología humana y una cultura histórica. Dios mismo, al revelarse, sigue afirmando que es más que todo eso. De este modo, en la fe revelada coexisten juntas luz y tinieblas. Se sirve de la analogía consciente de que también ésta sufre de la misma limitación (Cf. 2S 9,1.4).

Aquí entra el segundo rasgo de la fe: SEGURA. Va más allá de la certeza intelectual. Observando la actitud en Noche podríamos aplicarle los términos más personales: confiada, amorosa, valiente. Así es la fe oscura de Juan. La insuficiencia de sus “conocimientos” no la acobarda, ni la retrae, temiendo precipitarse en algún hueco infinito. Al contrario, se lanza con mayor ímpetu, no al vacío, sino al abismo del misterio.

Para dar este paso, la fe despliega una de sus capacidades más fundamentales: el AMOR. La fe teologal está hecha de amor en su mayor parte: como el amor teologal está hecho de fe. A medida que aumenta la oscuridad nocturna y se pierden claridades intelectuales, el creyente va poco a poco desplazando el eje hacia el amor:”sin otra luz y guía/sino la que en el corazón ardía/ Aquesta me guiaba/más cierto que luz del medio día”…No se trata del amor ciego, sino del amor que trae luces nuevas, intuiciones. Así va pasando de la ciencia a la “sabiduría” que es conocimiento sabroso de la realidad.

“Contemplación” denomina el Santo a la manera de fe calificada, fundida en amor, “en que de secreto enseña Dios al alma y la instruye en perfección de amor”(2N 5,1). Conocimiento en amor es el ideal de la fe. Su proyecto es llegar a “la contemplación que se da en fe, en ésta habemos de poner el alma; encaminándola a ella”(2 S 10,4).

1.3. Jesucristo, Palabra de Dios (2S 22)

Jesucristo es el centro y la síntesis de toda la acción de Dios. Todo se vive y se interpreta desde El. Imaginamos la importancia de este hecho para la vida de la fe.

En 2S 7 anticipa algún fragmento: Jesucristo camino. La palabra de Jesús invita al seguimiento, el hecho de su muerte en cruz enseña a vivir la fe, el amor y la esperanza, en generosa entrega y desposesión; a pasar de las palabras a los hechos reales.

Según 2S 22: en medio de tantas manifestaciones particulares como narra el AT, Dios mantiene todo su misterio y oscuridad. En este clima llega la respuesta frontal. Dios ya no habla ni se revela por “vía sobrenatural” porque ha pronunciado la Palabra total y única, y se ha manifestado plenamente en la persona, vida, palabras de Jesucristo. Y todo esto lo tenemos a nuestro alcance y disposición por “vía natural” (cf. 2S 22,3s).

Ahí está la clave del misterio y de su interpretación. Estamos en una nueva economía de fe y de trato con Dios: “Porque la hora en que Cristo dijo en la cruz ¡consummatum est¡ cuando expiró; que quiere decir: acabado es; no sólo se acabaron esos modos, sino esotras ceremonias y ritos de la Ley Vieja (2S 22,7).

1.4. Existencia creyente

La mediación de Cristo se prolonga en una economía sacramental, que encarna lo divino en formas normales de existencia humana. El hecho resulta paradójico. Después de haber exigido con tanto ahínco la desnudez de imágenes e ideas para llegar al encuentro personal con Dios en fe, ahora vuelve a echar mano de todos los medios y recursos humanos: la Iglesia, los ministros, los sacramentos, las fórmulas de fe, la palabra del hermano, la razón natural,…

Como punto de partida, margina lo extraordinario en la existencia del creyente que vive el Evangelio (cf. 3S 31,8s). A la vez establece la norma positiva (cf. 2S 22,7.9; 21,4). Es optimista y se contenta con los medios ordinarios a su disposición: Jesucristo y su evangelio, la Iglesia y los sacramentos, la palabra del hermano. Son “muy bastantes” para llevar una existencia muy a gusto de Dios y de los hombres.

Coloca en primer lugar la mediación de la IGLESIA. Figura en le prólogo de sus libros como intérprete auténtica de la Biblia, como fuente de experiencia y doctrina. Ella es también la que ordena y garantiza las mediaciones, como el uso reverente de imágenes (3S 15,2); es la encargada de disponer la liturgia (3S 44,3). La escuchamos cuando nos transmite la palabra de fe (2S 29,12).

Sorprende el papel relevante que le asigna a la RAZON NATURAL en el desarrollo de la vida de fe, tras la devaluación a que sometió las ideas y los razonamientos. Desvirtúo antes la razón, cuando ésta se presentaba en contraste con la fe, a la que corresponde una dignidad superior. En cambio, la luz natural que ahora ensalza, iluminada por la doctrina evangélica, se contrapone al sentimiento y al querer guiarse por vía sobrenatural, que son de calidad muy inferior.

Surge la PALABRA y COMPAÑÍA DEL HERMANO como mediación valiosa en el trato inmediato con el Señor. Prolongan el mismo principio de la nueva economía sacramental inaugurada en Cristo.

Llegamos, por último, al terreno privilegiado de ejercicio y prueba de la vida: la vida, la existencia real, la historia actual. Es difícil descubrir la mano de Dios en situaciones duras, en que ocupan todo el primer plano las manos y las pasiones de los hombres. Las mediaciones humanas son ricas y sugestivas. Pero son también las más apasionadas para el apego y la repulsa. Tuvo Juan numerosas ocasiones de vivir la mediación humana en su aspecto doloroso. Durante los últimos meses de su vida, fue objeto de marginación y calumnia. A una religiosa que le escribe mostrando su disgusto responde con sencillez teologal (Ep.25). La carta siguiente lleva un texto parecido:”Estas cosas no las hacen los hombres, sino Dios, que sabe lo que nos conviene y las ordena para nuestro bien. No piense otra cosa que todo lo ordena Dios; y adonde no hay amor, ponga amor y sacará amor” Una fe de esa calidad que engendra amor se obtiene sólo por vías teologales. Lo sabía Juan (2S 21,5).

II.- La Esperanza (3S 1-15)

Aunque el Sto. no se detenga mucho en el desarrollo de la esperanza, se refiere a ella en casi todas sus páginas. La búsqueda de Dios surge de una esperanza secreta, todavía no colmada. Tal actitud se halla estrechamente unida a la fe; ahora bien, si la fe nos presenta a Dios, distante de toda representación, la esperanza tendrá por objeto una posesión que trasciende la fantasía y la memoria (cf .3S 2,3).

2.1.- Estructura básica de la esperanza

3S 2,3 es una magnifica descripción de esta segunda virtud teologal. El texto citado nos conduce. al interior de la esperanza, que viene a confundirse con Dios mismo. Esa es la razón por la cual la esperanza, que se concreta en posesión con límites y horizontes, no es verdadera o, si se prefiere, no queda abierta a sus posibilidades esenciales. Ella apunta a lo que clásicamente se ha llamado el Bien Sumo (3S. 15,1).Nuestro autor tampoco olvida el dinamismo psicológico del esperar (cf.C 1,14). La esperanza es también reflejo del amor que bulle en el corazón (ib).

Al igual que la fe, el gemido de la esperanza acompaña ininterrumpidamente al hombre-peregrino. Incluso se acre­cienta en medio de las grandes comunicaciones del Amado. Por otra parte, es signo de que el corazón suspira por la posesión definitiva (Ll 1,27).

La esperanza verdadera es aquella que es PURA Y ENTE­RA (3S 7,1).Unida a las otras dos virtudes teologales for­ma el traje nupcial y guerrero de la novia, que atraviesa el ejército enemigo en busca del amado sin peligro al­guno (2N 21,8). Esta coraza la defiende del mundo; la esperanza trasciende las realidades terrenas al poner los deseos en los bienes que no se ven. Pero no pensemos con esto que el autor minusvalora las cosas. Al fijar la me­ta en Jesucristo, hace que la tensión del corazón se dirija hacia arriba. La esperanza pone en marcha el dinamismo del hombre, orientándolo hacia el encuentro.

La esperanza se llama ENTERA si vacía de toda preten­sión distinta de Dios y pone el corazón en él solo (cf.3S 3,3).Así, con razón sostiene el Santo que el camino hacia al Amado se realiza "por fe en esperanza"(3S 13,9). La fe tira de la esperanza, y ésta, cuando es "entera", presu­pone la actuación de aquella. La fe no alcanza su pureza hasta que no se ha perfeccionad o la esperanza. En este sentido el cristiano puede ser definido como el que "tiene lumbre de fe, en que espera vida eterna"(3S 27,4).

La esperanza siempre es de lo que no se posee, porque, si se poseyese, ya no sería esperanza (2S 6,3). Ella da la medida espiritual del alma. Es el arma secreta de la oración, ya que "se agrada tanto el Amado del alma (que vive en esperanza), que es verdad decir que tanto alcanza de él cuanto ella de él espera"(2N 21,8). Indicio de santidad y signo de enamoramiento son rasgos intrínsecos a la esperanza (cf. 1S 6,6).

2.2.- Cristo ahonda los espacios del corazón

La esperanza se orienta primordialmente a la trans­formación en Cristo. Así lo resalta la estrofa 38 de Cántico. Dios antes de crear al hombre lo predestinó para la glo­ria. He ahí la dinámica de la esperanza: suspirar por lo prometido. La promesa alcanza su cumplimiento en el desposorio con Cristo, pasadas las tormentas de la no­ches, cuando, escondido en las profundidades del Amado Cristo, guste los misterios de Dios.

La esperanza llega así a su consumación. El vacío, no tenía otra finalidad que disponer para esta posesión de Jesucristo y de las personas divinas .El ansia de Je­sucristo es una de las notas que mejor clarifica la es­peranza sanjuanista(C 6,6). La persona ansia a la persona, la esposa al esposo, el alma a Dios. Anhelos de muerte con mueven a quien vive en plenitud la esperanza. Los miste­rios de la Encarnación han dejado llagada a la novia, pero no la han consolado con la plena posesión (cf.C 7,6).

Son ansias que conmueven todo el ser (C 9,1: ciervo se­diento). Aun la misma fe, al no ser todavía visión clara, no logrará aquietar del todo el corazón. En medio de los sufrimientos de esta espera teologal, Cristo se hace presente. .La esperanza madura deja la mirada libre para contemplar a aquel que se ha convertido en la "lumbre de sus ojos"(C 10,9).

La esperanza pone en movimiento todos los resortes del corazón (Ll 1,27). Las ansias se aquietan un tanto en el matrimonio, aunque la experiencia sigue envuelta en la fe (cf. .Ll 3,68). Durante el desposorio, sin embargo, su intensidad se muestra de manera singular (Ll 3,26). Ha sido el E.S. el que ha arrancado del corazón de la esposa to­do deseo terreno, orientando sus aspiraciones sólo a Cristo.

2.3.- La esperanza como gemido

"La ausencia del Amado causa continuo gemir"(C 1,14). Y como quiera que esta ausencia no se remedia hasta la llegada del encuentro, solo entonces cesa el gemido. En el matrimonio no desaparece la esperanza, pero se amorti­guan sus ardores; mejor dicho, son más profundos, pero menos perceptibles. Entonces Dios se revela en los sem­blantes plateados de la “fonte". La esperanza ha abierto en el corazón una oquedad para el misterio. Esta herida no se sanará sino con la visión facial(C 1,14).

Las ansias del hombre llegan al corazón del mismo Dios. Ya al comienzo de Cántico se nos habla de los deseos, afectos y gemidos como del hálito que la sustenta en el destierro. Varias veces recuerda el autor la repercusión que ellos producen en Cristo (C 13,9; 1N 11,1). La esposa percibe que sus mismas contexturas antropológicas se re­sienten ante la presencia del Amado que llega. Se siente movida por una fuerza interior que la sobrepasa y arras­tra hacia Dios (2N 13,5).

III..- El Amor (3S 16-45)

3.1.- Cristo Esposo

Es indudable que la obra sanjuanista tiene estructura trinitaria, pero el encuentro con la Trinidad se realiza en el Hijo de Dios. El afecto del hombre recae directamente en Jesucristo, en quien el Padre, mediante el Espíritu, nos ama y le amamos. El Esposo, al que se inclina el amor del hombre, es Jesucristo(C 3,1;1,2; 2N 21;19,4). En 1S 14 el amor de Cristo es quien pone en movimiento al cristiano y le impulsa a salir en su búsqueda.

3. 2.- Elementos fundamentales del _amor

En su unión con Cristo, el hombre pregusta la predilección infinita que Dios le ha reservado(C 27,1). Ante la mirada de Juan todo en Dios se torna amor (cf.C 19,6).Cuando la novia logra descubrirlo, se muestra atrevida(C 34,1). Por eso, cree el místico que el mejor lenguaje para expresar el ágape es el nupcial cristológico (cf.C 35,1).

El afecto a Cristo sigue creciendo irresistible. El ansia se acrecienta tanto que la esposa cree que sólo pue­de sosegarse escondiéndose en su pecho. C 37 expresa esos deseos vehementes de ocultarse en las subidas y profundas cavernas de la piedra, que es Cristo, para gustar allí la sustancia del misterio de Dios. El amor toca el mismo fondo del hombre,"hiere en la sustancia del alma"(2N 13,3)

Pero no se piense que el amor se identifica con al­tas experiencias, gustos u otro tipo de consolaciones (Di­chos 119). Su naturaleza se explica por su tendencia ex­clusiva a Cristo. Es eminentemente 'personalista (2S 5,7); su premio es la persona misma que se ama (cf. C 29,11).

El amor hasta no alcanzar su meta está en continuo movi­miento. Encuentra en Cántico su expresión, más completa; es salida, marcha, gemido, búsqueda, encuentro, herida, fue­go y llama. De esta última imagen; se servirá el autor para darnos a conocer sus primores.

Si así es su naturaleza, cuál no será su poder. Vence la terrenidad de los sentidos (cf.1S 14,2; 2S 1,2), pone en movimiento al alma en pos de Cristo y, trascendiendo las cosas, la arrastra hacia él.

Mirando al interior del amor se descubren en él tres propiedades: gozo, sabor, ansias incontenibles de aseme­jarse a quien ama y deseo de conocer su misterio (cf.C 36,3). También posee lo que el Sto. Llama "primores". Ama a Dios por Dios, al hacerlo por el E.S., que es quien le infunde en el corazón. Por eso, cuando es puro, alcanza el in­terior mismo de Dios. Así ama a Dios en Dios. El último de los primores se refiere a que nos permite amar a Dios por lo que Dios es en sí mismo, no por su comportamiento con el hombre (cf.Ll 3,82). Pero hasta llegar aquí han sido precisas incontables purificaciones (3S: purificación ac­tiva del amor).

Según su potencialidad, produce mayor o menor ardor; pero siempre abrasa (C 25,5). Es el fuego uno de sus sím­bolos más apropiados, con él se expresa casi plásticamen­te su continuo movimiento y la dilatación que produce en la persona a quien "inflama", haciéndola salir de si, lejos de su egoísmo, para expandirse más allá de su círculo, abriéndose de par en par a lo universal.

El famoso fenómeno de la transverberación (cf. Ll 2,9-13) se orienta a avivar el fuego del amor. Con no ser el de más alto grado, el místico ha recargado las tintas al explicarnos su naturaleza.

La intensidad del amor es mayor cuando está alcanzando su madurez (Ll 1,34). Aunque no sea tan intenso, siempre se halla en movi­miento, conmocionando lo más íntimo del hombre y estre­meciendo sus fibras (cf.Ll 1,8). Exige inmediatez(C 11).Su llaga no se cura si no es con la presencia de quien se ama. Pide respuesta y no sufre dilaciones; es impetuoso y no permite tardanza; no sosiega hasta reposar en la persona amada. A pesar de tanta actividad y movimiento no "cansa ni se cansa"(Dichos 101).

3.3.- ¿Qué es el Amor?

No pretendemos definirlo, sino sólo señalar sus cua­lidades más relevantes. En cierto sentido es más poderoso que el mismo Dios (C 32,1).Todo cuanto el hombre consigue de Dios tiene su origen en el amor (cf.C 1,13).

A él van encaminadas la meditación y la interioriza­ción cristianas (cf .2S 14,2). Es el gozo verdadero del hombre, creado por amor, redimido por él y siempre rodeado por su fuerza. La satisfacción humana última se encuentra en él (3S 27,4). En el amor se encierra todo (2S 22,19). Es el amor la mejor joya de Cristo(C 29,2). Es el valor supremo (2S 29,5) y la meta del hombre.

Es dulce y doloroso (cf..C 9,1-3); llaga sin tratar y ro­ba sin arrebatar. Es impulso, elevación, atracción, con­vulsión, llama,"porque el amor es fuego, que siempre su­be hacia arriba, con apetito de engolfarse en el centro de su esfera (2N 20,6). Siempre en continua tensión hacia Dios (Ll 1,8). Es fuerte como la muerte (cf.2N 19,4). El de­seo de Cristo se ha constituido en raíz del hombre; de ahí el ansia del encuentro. Es superior a todo (Dichos, prol.) Es el origen, el camino y la meta del proceso espiritual (C 24,7).

3.4.- Sus efectos

La caridad produce vacío en la voluntad de todo afecto, cuya raíz última no sea Dios (cf.2S 6,2-4). A ella le incumbe purificar todos nuestros amores (cf.1S 2,2). En realidad, la caridad no produce vacío, pues nos dona al mismo Dios. Pero sucede que al no hallarnos suficientemente dispuestos para recibir tal don, la voluntad queda como oscurecida por su incapacidad de captarlo. Así se va purificando y capacitando para un día gustarlo (3S 16,1).

Es el amor el que capacita al alma para ser esposa y comportarse corno tal (cf.2N 21,10). Iguala a los amantes; es causa de nuestra semejanza con Cristo y realiza el matrimonio con él (C 28,1).

La caridad teologal produce tal sed de Dios que nadie puede apagarla fuera de él. Sed ardiente de persona, de tú divino, que deja al hombre trascendido, con deseos ina -pagables y con ansias inextinguibles de agua y manantiales (2N 11,5). A pesar de ello, causa “inestimables deleites" (1N 1,1). Con el amor se consigue el objetivo de la ora­ción, que se torna eficaz si se hace desde él, y es perfecta si es total y pleno; "de Dios no se alcanza nada si no es por amor" (C 1,13).

3.5.- Sus grados

Los grados del amor los toma nuestro autor de la doctrina medieval (Helvicus Teutonicus) y los desarrolla en 2N 19-20. El amor hace enfermar al alma, buscar a Dios sin cesar, la mueve a actuar con calor, sufrir sin fatigarse, apetecer a Dios impacientemente, correr ligeramente hacia él, atreverse con vehemencia; finalmente, la asimila a Dios.

3.6.- Cristo, origen del amor

Ya al comienzo Juan advirtió a sus lectores que para conseguir la meta propuesta el hombre debe despojarse de sus apetitos, quedándose únicamente con el de seguir e imitar a Cristo (cf.1S 15,8).

También en la famosa “oración de alma enamorada" concentra todas las ansias en el Señor (Dichos,29). En Cristo, Dios y el mundo se han encontrado; por eso el místico puede repetir saboreándolo: "Cristo es mío y todo para mí " (Di­chos, 31 ).

Este Cristo está dentro de nosotros, aunque no percibimos su presencia, por no decidirnos a aceptar su conse­jo de anonadamiento. Más él está ahí, en espera de este momento. Cuando llega se deja sentir de muchos modos. Desde nuestra misma raíz Cristo nos da consistencia. Pero tam­bién se halla fuera de nosotros. Está en las cosas, que el Padre miró con la figura de su Hijo, dejándolas vestidas de hermosura y dignidad (cf .C 5,4). Al igual que, me­diante la encarnación y la resurrección, la creación se vistió de la belleza de Dios, ahora el Esposo que se oculta en el seno del alma quiere transformarla más íntimamente en él. Deseo que, ilusionada, le recuerda la novia (C 36,5). Desde estos presupuestos se comprende que para Juan la actividad de la amada se resuma en moverse en amor y por amor. Dios, al final, sólo reclamará amor: “A la tarde te examinarán en el amor” (Dichos 64).

BIBLIOGRAFÍA

- Ruiz, Federico, Místico y Maestro: San Juan de la Cruz, EDE, Madrid 1986, pgs.167-178;

Castro, Secundino, Hacia Dios con San Juan de la Cruz, EDE, Madrid 1986, pgs. 67-73.75-83.


[1] S = "Subida al Monte Carmelo", obra fundamental de San Juan de la Cruz, escrita aproximadamente desde 1578.

viernes, junio 01, 2007

Ideario de valores

V festival de artes JUCAE

“Vivir en obsequio de Jesucristo”

El Empalme-Guayas, 25-27 mayo 2007

Ideario de valores

a la luz de la Regla del Carmen

¿Qué valores a nivel personal, familiar y grupal, tenemos y vivimos los jóvenes hoy?

a) Nivel personal: amor, paz, lealtad, fraternidad, respeto, entrega, justicia, libertad, confianza, responsabilidad, solidaridad, honestidad, humildad, riesgo, unidad, alegría, esperanza, ser críticos, dinámicos.

b) Nivel familiar: respeto, solidaridad, confianza, responsabilidad, comprensión, amor (padres—hijos).

c) Nivel grupal: compañerismo, responsabilidad, amor, constancia, respeto, trabajo en equipo, amistad, lealtad, compromiso, organización, igualdad, confianza, servicio, honestidad, fraternidad, justicia.

¿Qué valores a nivel personal, familiar y grupal encontramos en la Regla del Carmen que orientan nuestra vida como jóvenes carmelitas?

a) Nivel personal: justicia, oración / contemplación, servicio, compromiso, compartir, conversión, perdón, misión, fraternidad, limpieza de espíritu, trabajo, misericordia, dialogo, silencio, vida teologal (fe - esperanza - amor), solidaridad, despojo de lo material, meditar la palabra de Dios.

b) Nivel familiar: amor, confianza, silencio, saber escuchar, oración, unidad, servicio, fraternidad, sacrificio, justicia, solidaridad, trabajo en conjunto, respeto a las diferencias.

c) Nivel grupal: justicia, oración, fraternidad, amor a María, pureza de espíritu, obediencia, respeto, silencio, paz, escuchar la palabra de Dios, trabajo, respeto.

jueves, mayo 03, 2007

Regla del Carmen: Fiha 3
Relectura de la regla del Carmen hoy en América Latina

Juventud Carmelita Ecuatoriana, Jucae

La Regla del Carmen:

Perspectiva, Espiritualidad y Relectura

Compilación y adaptación: Juan Arias Luna ocd

Ficha 3:

Relectura de la regla del Carmen hoy en América Latina

3.1. El contexto para la relectura de la Regla desde América Latina.

a) El contexto socio-cultural y eclesial

Para poder comprender la relectura que hoy hacemos de la Regla en América Latina, es necesario conocer sumariamente los grandes desafíos de esa realidad, tanto en el campo social como eclesial. Ellos aparecen descritos en los documentos de tres grandes Asambleas del Episcopado Latinoamericano y en el reciente Sínodo para América, celebrado en 1997.

La Segunda Asamblea General del Episcopado Latinoamericano, celebrado en Medellín, en 1968, subrayó el compromiso con la liberación integral de los hombres y mujeres de un continente creyente y oprimido. La Tercera Asamblea, celebrada en Puebla (1979) insistió en la opción preferencial por los pobres, y Santo Domingo (1992) en la participación.

b) Los grandes desafíos latinoamericanos

Los grandes desafíos de la realidad social son, entre otros, la acentuación de la injusticia en la globalización económica y en los medios de comunicación la solidaridad como camino hacia la paz y el desarrollo; la defensa de los valores y la diversidad de las culturas.

Los desafíos de la realidad eclesial son, sobre todo, la tensión de la unidad en el pluralismo; diversos proyectos para recuperar la identidad eclesial; el conflicto entre los diversos modelos de Iglesia; la opción preferencial por los pobres; el desafío de una nueva evangelización , el desafío del regreso de la Biblia al pueblo; el desafío de la teología y de la espiritualidad de la liberación; el desafío del creciente protagonismo de los laicos (hombres y mujeres) en la evangelización

c) La Iglesia en América Latina

En el Sínodo para América (1997) se tomó conciencia de los problemas globales: la relación conflictiva norte-sur, las amenazas de la globalización y de la ideología liberal, el peso de la deuda externa sobre los países pobres, problemas explosivos como el narcotráfico, la violencia, la corrupción, el armamentismo. Situaciones que afectan el conjunto de América como el empobrecimiento masivo y las migraciones.

Se tomó conciencia de los desafíos actuales de la Iglesia a nivel continental: la inculturación del evangelio, la evangelización urbana, la renovación de la parroquia y del ministerio presbiteral, el potencial evangelizador de los jóvenes, la multiplicación de los carismas y ministerios de los laicos, los nuevos movimientos apostólicos, el uso de los medios de comunicación, la renovación de la religiosidad popular y la apertura moderna hacia lo trascendente, la necesidad de responder a los nuevos movimientos religiosos y a las sectas.

De manera especial se subrayó la importancia de tener presente a los sectores más amenazados por el sistema de globalización de corte neoliberal: indígenas y afro-americanos, jóvenes expuestos al desempleo y a la droga. Se habló de la violencia, de la crisis de la familia, de los problemas ecológicos, de las amenazas a la vida humana y a la naturaleza.

Se reafirmaron los compromisos pastorales del postconcilio: opción por los pobres, CEBs, participación de los laicos en la vida de la iglesia, la vida religiosa inserta, una nueva espiritualidad, el profetismo, el testimonio abundante de mártires, la lectura de la Biblia a partir de la realidad de los pobres.

Se insistió en una Iglesia que se encuentra con Jesucristo vivo como camino para la conversión, la comunión y la solidaridad.

3.2. Algunos aspectos fundamentales de la Regla releídos desde América Latina.

a) "Vivir en obsequio de Jesucristo, sirviéndole lealmente con corazón puro y buena conciencia"

Esta primera norma de la Regla, que es la norma última de toda vida cristiana, nos va impulsando a un seguimiento de Jesús como liberador, que nos lleva a tratar de servirlo continuando su práctica liberadora. En la situación de exilio y opresión que viven las mayorías creyentes de América Latina, Cristo aparece como el liberador de todo pecado personal y social; como aquel que se coloca del lado de los excluidos del sistema; como aquel que niega y combate las divisiones creadas por los seres humanos y combate los males que deterioran su existencia proponiendo un nuevo orden que tiene como centro el amor a Dios y al prójimo. El mismo se compromete con ese proyecto del Padre obediente hasta la muerte.

El seguimiento de Jesús se da en la historia y haciendo la historia de salvación. Jesús no se presentó ni actuó como revolucionario o líder político. Sin embargo, su mensaje religioso-pastoral genera un dinamismo de cambios sociales para su época y para toda la historia por venir. El acercamiento al Jesús de la historia es grandemente iluminador. El modo como él asumió su tarea evangelizadora nos ayuda a ver cómo debemos realizar esa tarea hoy en nuestras situaciones. Es allí precisamente donde debemos vivir "en obsequio de Jesucristo". Esto nos exige una comunión de vida y de destino con Jesús que da un nuevo sentido a la cruz y al sufrimiento, que llevan a solidarizarse con aquellos que son crucificados en el mundo, con los que sufren violencia, son empobrecidos, deshumanizados, ofendidos en sus derechos. El vivir auténticamente "en obsequio de Jesucristo" implica trabajar para que haya un mundo abierto a Dios en el amor, la paz y la fraternidad. Exige denunciar situaciones que generan odio, división y ateísmo en las estructuras, valores, prácticas e ideologías.

En la relectura de esta primera norma de la Regla los carmelitas de América Latina sentimos la exigencia de seguir a Jesús en la historia. No sólo en nuestro interior, sino en la conflictividad de nuestro hoy y aquí, a la luz de una nueva comprensión del sentido y de los alcances de la nueva evangelización. Se trata de un seguimiento contemplativo, porque el seguimiento de Jesús es un don y la oración-contemplación nos lleva a acogerlo en una experiencia personal y profunda. Vivir "en obsequio de Jesucristo" trae consigo el compromiso de seguir a Jesús en el servicio del prójimo, ya que El hizo del amor al prójimo el signo de identidad cristiana. Y, finalmente, "vivir en obsequio de Jesucristo" exige llevar la cruz con la certeza de la resurrección en un esfuerzo por identificarnos con su vida y con su destino.

b) "Permanezca cada uno en su celda, o en las proximidades, meditando día y noche la ley del Señor y velando en oración"

La Regla nos invita a vivir a la escucha contemplativa de la Palabra de Dios. Esto nos ha planteado como carmelitas en América Latina la cuestión de cómo vivir y ayudar a vivir la Palabra de Dios en nuestras circunstancias socio-eclesiales.

Seguir a Jesús supone conocer todo su misterio y retraducirlo experiencialmente en nuestro hoy. Para lograr esto hay que permanecer personal y comunitariamente a la escucha de la Palabra de Dios en la Escritura y en la vida, para centrarse en Dios como el único absoluto con una oración-actitud de vida, que lo descubre presente en las personas y en los acontecimientos. En América Latina, uno de los signos de los tiempos ha sido el regreso de la Biblia al pueblo, que ha ido aprendiendo a conectar Biblia y vida y a leer la Escritura "para iluminar desde la Palabra de Dios su propia realidad personal, comunitaria y social"..

En la experiencia carmelitana se ha tratado de realizar una "lectio divina carmelitana" que lleve a vivir la experiencia de que "a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues 'a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras”.

El precepto de la Regla de meditar día y noche en la ley del Señor y de velar en la oración está siendo para nosotros en América Latina el punto de arranque para ser testigos y servidores de la Palabra y, al mismo tiempo, para testimoniar la presencia de Dios en el corazón del mundo. Encontramos allí un desafío para vivir una contemplación comprometida, es decir, a ser contemplativos en la oración y en el trabajo de evangelización. Tenemos, a partir de la Regla el reto de adquirir una experiencia de Dios en la historia y en los hermanos que dé sentido a los "tiempos fuertes" de oración: momentos de mayor conciencia de la presencia del Señor, fuente de creatividad evangélica, espacio interior para en encuentro personal e íntimo con el Señor. La oración, como actitud de vida, lleva a descubrir el rostro de Dios en la realidad en conflicto, en los problemas sociales, en la angustia de los pobres en los que hay que "reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela". .

La fidelidad a la oración contemplativa lleva a captar gradualmente lo que Dios quiere y a abrirse con disponibilidad y entrega a su designio de salvación. Así se va logrando síntesis integradora entre fe y vida, oración y acción, contemplación y compromiso.

Estos nuevos senderos evangelizadores que el Espíritu abre nos conducen a vivir nuestra oración contemplativa carmelitana de tal forma que anime y purifique nuestra vida. De este modo se hará posible construir nuestro diálogo orante con el Señor con todo lo que implica el trabajo por una evangelización liberadora: anhelos, esperanzas, fatigas, desilusión, conflictos, incoherencias, debilidades, egoísmo, búsqueda de prestigio personal. Eso favorece también un discernimiento orante de la voluntad de Dios a la luz de su Palabra y de los signos de los tiempos y de los lugares; a una oración comunitaria en la que se comparte la experiencia de Dios y se confiesan los fallos y se mantiene un dinamismo permanente de conversión.

Este redescubrimiento de la contemplación cristiana está en la línea de nuestros grandes místicos que no la redujeron nunca al ámbito intelectual, sino que la orientaron evangélicamente al servicio concreto y eficaz del prójimo: "obras quiere el Señor". El ideal es llegar a hacer de la oración motivo de la vida diaria y del trabajo; ir creciendo en una actitud de alabanza y agradecimiento al Señor; madurar en la fe, perseverar en la esperanza activa, profundizar en un amor cada vez más genuino y eficaz..

Los carmelitas en América Latina, a la luz del precepto de la Regla de velar en la oración sentimos la exigencia de crecer en la dimensión contemplativa; de vivir la oración y educar para ella, recogiendo en la plegaria el clamor del pueblo que pide justicia y que busca sin descanso el rostro de su Dios liberador. Junto con muchos "creemos que la contemplación cristiana da sentido a la vida y a la historia, aún en los fracasos, e impulsa a aceptar la cruz como camino de liberación". En otras palabras, el servicio evangelizador auténtico no se puede llevar adelante hasta sus últimas consecuencias si no somos radicalmente contemplativos, capaces de manifestar en el servicio a los demás la autenticidad de nuestra contemplación. Esta nos comunica "aquella libertad de espíritu tan preciada y deseada que tienen los perfectos, adonde se halla toda la felicidad que en esta vida se puede desear; porque no queriendo nada, lo poseen todo. Ninguna cosa temen ni desean en la tierra, ni los trabajos las turban, ni los contentos las hacen movimiento".

c) "Construid ... en medio de las celdas el oratorio, donde habéis de reuniros cada mañana para participar en la celebración de la misa ... los que saben rezar las horas canónicas con los clérigos, las recitarán conforme a las disposiciones de los santos Padres y a la costumbre legítima de la Iglesia".

A la luz del Vaticano II que renovó la Liturgia y que presentó la comunidad cristiana reunida en el nombre del Señor alrededor de la Eucaristía, la interpretación vital de estas indicaciones de la Regla se ha enriquecido con nuevos horizontes.

"Ante todo la Eucaristía, que contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres', corazón de la vida eclesial y también de la vida consagrada" es medio fundamental para alimentar eficazmente la comunión con el Señor.

En América Latina se subraya de modo particular que la Eucaristía es "una gracia fraternal para la comunidad que celebra: es la renovación del amor y de la entrega de Cristo al Padre y a los hermanos, que arrastra consigo a toda la comunidad en esta entrega. La eucaristía no sólo nos transmite la vida de Cristo: en ella comulgamos realmente con Cristo mismo, que transforma nuestra vida en la de El.

Este enfoque de la Eucaristía y de la Liturgia trae consigo necesariamente una conexión entre ellas y la vida. Aparecen como la Palabra de Dios celebrada en la esperanza, después de haber sido acogida por la fe y con el compromiso de vivirla en el amor. Existe un dinamismo de continuidad entre liturgia y vida. La presencia de Cristo y del Espíritu en las celebraciones se percibe viva y exigente para el "después" de la liturgia.

La exigencia litúrgica de la Regla se ve desde esta perspectiva en el Carmelo latinoamericano, como una ocasión para "un encuentro con Dios y los hermanos, banquete y sacrificio realizado en la Eucaristía, fiesta de comunión eclesial, en la cual el Señor Jesús, por su misterio pascual, asume y libera al Pueblo de Dios y por él a toda la humanidad y su historia... La liturgia es también fortalecimiento en el peregrinar, a fin de llevar a cabo, mediante el compromiso transformador de la vida, la realización plena del Reino según el plan de Dios"..

La celebración Liturgia de la Horas, por su parte, ha ido desplegando sus potencialidades a partir del nuevo acercamiento a la Palabra de Dios y a un mayor conocimiento de la riqueza de la oración sálmica que se trata de leer con Israel, con Jesucristo y con la vida.

Por todos estos motivos, la ordenación litúrgica de la Regla ha adquirido una mayor fuerza y se ha transformado en una celebración de la fe "como encuentro con Dios y con los hermanos, como fiesta de comunión eclesial, como fortalecimiento en nuestro peregrinar y como compromiso con nuestra vida cristiana" y religioso-carmelitana.

d) "Guardad ayuno todos los días, menos los domingos, desde la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz hasta el día de la Resurrección del Señor, a no ser... Observad la abstinencia de carne, a menos que".

El ayuno y la abstinencia prescritos por la Regla, con el sentido humano de la excepción, no eran otra cosa que un compromiso con la abnegación evangélica y con la ascesis cristiana. Vistos así siguen teniendo una vigencia orientadora, que debe releerse a partir de las diversas situaciones socio-culturales del mundo moderno.

En la situación de América Latina, el elemento ascético de la espiritualidad cristiana es considerado más en conexión con la vida que en relación a las prácticas ascéticas, siempre oportunas y necesarias. En este contexto, el Carmelo está llamado a releer las prescripciones de la Regla, es decir, a vivir la ascesis en las renuncias que implica el trabajo de una evangelización que, como decía Paulo VI, debe estar en conexión necesaria con la promoción humana, el desarrollo y la liberación. Es un trabajo que exige renuncias y vencimientos continuos espirituales y físicos, especialmente cuando se vive en ambientes de pobreza y marginación. Por otro lado está abierto a la incomprensión y persecución que ponen a prueba la esperanza activa.

Hay que vivir la ascesis como parte del seguimiento de Jesús. De este modo la ascesis propicia el crecimiento en la fe, la esperanza y el amor. Otra forma de abnegación evangélica y de ascesis que el compromiso evangelizador desde la opción preferencial por los pobres ha ido ayudando a descubrir y asumir es la de aceptar las propias limitaciones e incoherencias personales y a abrirse a la corrección y a las críticas que otros hacen, con una actitud de paz y madurez espiritual.

En esta misma línea de la ascesis se comienza a vivir también el respeto por la ecología como dimensión social de la misma. Se trata de denunciar y evitar una explotación de la naturaleza para enriquecimiento y poderío, sin interesarse por otros grupos humanos de hoy y de mañana, sometiendo la creación con una orientación antropocéntrica y con proyección social. Con esa "ascesis ecológica" se trata de abrir un camino a una espiritualidad que nace de una vida sencilla y sobria y que ponga de relieve la superioridad de la persona humana sobre la naturaleza. A un nivel social compromete en el trabajo por la justicia social en las relaciones nacionales e internacionales. .

e) "Por coraza vestíos la justicia, a fin de amar al Señor, vuestro Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y al prójimo como a vosotros mismos".

Fiel a lo esencial, la Regla no podía dejar de recordarnos lo que sintetiza toda la ley y los profetas: el amor a Dios y al prójimo.

El amor a Dios no es otra cosa que la respuesta confiada y llena de fe a su amor de iniciativa. Esta respuesta lleva a cumplir la voluntad del Padre, revelada en Jesucristo y descubierta bajo la acción del Espíritu en los signos de los tiempos y de los lugares. Este amor a Dios no puede separarse del amor del prójimo, ya que no es posible amar a Dios a quien no vemos si no amamos al prójimo a quien vemos (cf. 1 Jn 4,20).

En la espiritualidad cristiana siempre se ha hablado de la centralidad del amor. Las enseñanzas de Jesús y de todo el Nuevo Testamento son el fundamento de esa convicción. Ahora bien, la forma concreta de comprender las exigencias del amor cristiana depende de las estructuras sociales y eclesiales y de los desafíos de cada época de la historia.

Al leer las exhortaciones evangélicas de la Regla a vivir la esencia de la vida cristiana, el Carmelo en América Latina ha tenido necesariamente que abrirse a la nueva dimensión social del amor cristiano, que ha llevado a la conclusión de que, en las circunstancias en las que vivimos, "no se puede de veras amar al hermano, y por lo tanto a Dios, sin comprometerse a nivel personal y en muchos casos incluso a nivel de estructuras con el servicio y la promoción de los grupos humanos y de los estratos sociales más desposeídos y humillados, con todas las consecuencias que se siguen en el plano de esas realidades temporales".

La dimensión social del amor no se opone a las manifestaciones individuales y asistenciales, que son necesarias, pero insiste en la línea de la promoción humana y, sobre todo, en la de loa transformación de las estructuras para que se haga justicia a los oprimidos. En otras palabras, va a la raíz misma de las dominaciones y opresiones sociales.

f) Lectura y relectura de la Regla desde los "Menores" (pobres)

Desde el principio, la Orden del Carmen lleva dentro de sí esta doble tendencia: deseo de soledad, de oración, de Dios, de lo absoluto; y deseo de realismo, de servir, de seguir a la Iglesia que se renueva, de estar aliado de los pobres, ser "mendicante". ¡Es la forma de ser fiel a si misma!

La Orden vino de Oriente para Europa, pasó de la soledad a las ciudades y a la mendicancia, de la vida únicamente de oración y trabajo manual al apostolado, En nuestro siglo, muchos carmelitas han venido de Europa para América Latina, de Occidente para Oriente. Vale la pena recordar los cuatro puntos que orientan la adaptación en Europa:

1. Realismo

2. La voluntad renovada de estar al lado de los pequeños, de los pobres.

3. El deseo de vivir en fraternidad una forma renovada de Vida Religiosa.

4. Fidelidad a la oración y a la mística. Fidelidad del ideal que Alberto propuso y al que los carmelitas desean ser fieles a través del tiempo y a pesar de todos los cambios.

Lo que llama la atención hasta hoy es la gran rapidez con que se multiplicó la Orden durante el siglo XIII en los distintos países de Europa. En poco más de 60 años, desde 1238 hasta 1300, fundaron más de 160 conventos y se establecieron prácticamente en todos los países de Europa. En la misma época nacían y crecían los Franciscanos, los Dominicos, los Servitas y tantas otras ordenes nuevas. En medio de este mundo en cambio, los carmelitas supieron presentar el ideal del Carmelo de tal forma que fuese ideal para la juventud de la época. De lo contrario, no se explica este rápido crecimiento. Supieron presentar el ideal carmelitano para los más pequeños de su tiempo.

Otra cosa que llama la atención es la fidelidad al origen y el coraje de vivir la tensión entre las dos exigencias: vivir la contemplación y vivir al servicio de los pobres. Esta tensión se manifiesta en la historia de los cuarenta años que acabamos de ver y se refleja de la historia que siguió después, durante la segunda mitad del siglo XII. La tensión encontró su expresión histórica en el coraje de Simón Stock y la decisión de Nicolás el francés de invitar a todos los hermanos a volver al Monte Carmelo. Y ambos eran superiores generales de la Orden.

Una tercera cosa que llama la atención es la creatividad que tuvieron de reencontrar el desierto del Carmelo entre los "Menores" de Europa. No se debe considerar la adopción de la vida mendicante como un abandono parcial del ideal primitivo, sino como una relectura radical de este ideal a partir de la nueva situación que vivían en Europa. La decisión de adoptar la vida mendicante, es la respuesta de fidelidad a lo que Dios les pedía. Nuestros primeros hermanos se dejaron cuestionar por la tradición y por los pobres, y quisieron ser fieles a ambos.

Es evidente el significado de todo esto para nosotros Carmelitas hoy, en América Latina. Nuestros primeros hermanos que fueron a hablar con Alberto, nos desafían e incomodan. Ellos son realmente los fundadores que hasta hoy nos desafían a recrear el mismo carisma en nuestra realidad.


g) Dimensión Misionera de la Regla del Carmen

Características del grupo que dio origen al surgimiento de la Orden del Carmen

Decálogo de los misioneros

1. NO ERAN CLÉRIGOS: Probablemente había uno que otro padre ente ellos. Más no era el aspecto clerical en el que ponen acento. Ellos no se colocan del lado de la Jerarquía o de los padres. No son estudiantes que se preparan para ser padres, son cristianos legos que se preparan para vivir el evangelio de manera radical. Esta es la razón profunda de su vida.

1. ESCUCHAR: La persona misionera es alguien con capacidad de escucha y diálogo, que sabe adaptarse a otras culturas descubriendo sus valores sin sentirse superior o superiora a nadie. Tiene convicciones profundas, pero no por eso se considera único poseedor o poseedora de la verdad.

2. EUROPEOS: No nacieron en el Monte Carmelo. Vinieron de Europa. Son personas que tuvieron coraje de tomar decisiones importantes en su vida y de abandonar su casa. Dejar la tierra, la familia, la casa, los bienes, todo por causa de El y se colocaron del lado de los pobres.

2. ACOGER: El misionero/a considera a la persona como centro de todo y aprende a valorar la hospitalidad y la acogida de las personas pobres. Por eso, gusta de la presencia del pueblo y ser rodeado por el.

3. PEREGRINOS: Es gente que se desinstalo, que camina, que no tienen tierra fija. Gente que busca y que vende todo para poder comprar un tesoro.

3. ASUMIR LA CRUZ: Misión, Cruz y Misionero/a forman un trío inseparable, como la vida de Jesús. No hay otro camino posible por recorrer. Dice Daniel Comboni que “la misión nace y crece a los pies de la Cruz”. La firmeza y la paciencia son frutos de una cruz aceptada con alegría.

4. ASCETAS: En oposición del lujo y la acomodación del clero y de los monjes, procuran imitar a Jesús pobre, en una vida de austeridad.

4. FIDELIDAD: La persona misionera sabe “aguantar” los momentos difíciles, sin desistir. Se hace presente cuando se necesita de él, porque sabe que su misión no tiene horarios.

5. PENITENTES: Procuran vivir la conversión que el Evangelio pide. Conversión que implica una nueva forma de vida.

5 PACIENCIA HISTORICA: la paciencia es una de las virtudes más misioneras. Caminar con un pueblo y colocarse en el ritmo de su historia, implica saber esperar con paciencia lo que va acontecer.

6. EREMITAS: Gente que dedica gran parte de su tiempo a la oración en soledad rumiando la Palabra de Dios.

6. PERSONA ORANTE: La oración alimenta cada día la fe de la persona misionera. La oración es la escucha de la Palabra de Dios, y de rumiarla el misionero/a aprende a construir el Reino, con perseverancia y coraje.

7. MENDICANTES: Muchos de ellos, antes de llegar al Monte Carmelo, debieron haber vivido de la mendicidad. Eran Pobres con los pobres.

7. AMAR SIN CONDICIONES: Encontrando a Dios y a Cristo entre los pobres, entre los que sufren y mueren, ya que ellas y ellos son los preferidos de Dios. Con ellos el misionero/a llena los caminos de Evangelio, amando, como Jesús.

8. MENORES: Dentro de la sociedad, ellos se sitúan no del lado de los grandes, ni del lado de los monasterios, pero si del lado de los pobres, los “menores”.

8. CREER EN EL DIOS DE LA VIDA: La fe en un Dios y el amor profundo y especial a Cristo sustentan al misionero/a. Sin fe no hay misión. De la fe nace la pasión por el anuncio del Evangelio, como buena noticia para las personas pobres.

9. FRAILES: A pesar de ser llamados eremitas, ellos vivían de cierto modo en comunidad, pues prometían obediencia a B. Expresaban a si la idea común de recrear entre el pueblo un nuevo tipo de fraternidad.

9. SOLIDARIDAD: El misionero/a no vive al margen de los problemas de su pueblo ni cae en actitudes paternalistas. Lleva en su formación una gran sensibilidad humana y social con un fuerte sentido de justicia y de verdad. Sabe que son las personas pobres las preferidas de Jesús, y a ellas se entrega sin condición.

10. EVANGELIZADORES: Sobre todo con la vida en medio de los “menores” (los pobres)

10. SER COHERENTE: La credibilidad del misionero/a se presenta con el testimonio de vida, hasta las últimas consecuencias. Necesita de mucha paciencia consigo mismo para comenzar de nuevo cada día sin desanimarse frente a los fracasos

Conclusión: Estos acercamientos a nuestra Regla desde la perspectiva latinoamericana nos hacen ver su riqueza y actualidad para responder a desafíos y exigencias nuevas para nuestra vida carmelitana teresiana encarnada en las diversas culturas. Los valores fundamentales de la Regla continúan teniendo validez pero hay que encarnarlos y vivirlos con los matices de los signos de los tiempos y de los lugares. De este modo, en medio de la búsqueda, hecha con fidelidad dinámica y creativa, descubrimos el valor y la actualidad de la experiencia de quienes nos han precedido. Una relectura de la Regla hecha con esta actitud está haciendo posible unir nuestra experiencia como carmelitas de hoy con la de nuestros antepasados que, guiados por el Espíritu, vivieron y nos transmitieron un carisma y una espiritualidad.